jueves, 21 de julio de 2011

¿Existe el sexo casual o es un mito?

Tener sexo casual con alguien que apenas conociste un día, hace unas horas, luego de haberle visto en una fiesta, en una cita a ciegas, etc, podría ser todo menos casual.
De diversos, cientos, de factores puede depender que ella o él continúen la relación y hacerla duradera o no. Y no volverse a ver jamás. Al tener sexo casual creemos que lo hacemos por una mera satisfacción de instinto, mera satisfacción carnal con un perfecto extraño, pero en realidad no, pues lo que buscamos es una relación a largo plazo, incluso aunque no lo querramos.
Entonces ¿el sexo casual es siempre casual, efímero? Tal vez no tanto. Esas preguntas me vienen a la mente y justo mientras leo un libro de una de mis grandes gurús, Helen Fisher, una neurobióloga de la Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, especialista en la biología del amor y del sexo.
En este libro “Por qué amamos” revela ciertas respuestas que me hicieron recordar mi tórrida y sexual historia con mi Frank en París. Mi Frank. Léase mi pequeña porción de apego. Aquella historia de sexo en la Eiffel con un extraño.
La celebración este 14 de julio de la Revolución Francesa me hizo recordar las muchas horas de placer que viví al lado de François en París y los tantos gritos que en mi hotel y luego en su casa tuvimos a bien entonar, como si estuviéramos, digo yo, en pleno acto revolucionario.
El caso es que la neurobióloga dice que luego de sus múltiples investigaciones, después del sexo casual, tanto hombres como mujeres desean mantener una relación más larga. Esto les ocurrió a un tercio de los que han tenido sexo de una noche.
Mentira es que se trata sólo de satisfacer el instinto carnal. “Se engañan los que dicen que pueden tener relaciones sexuales por una noche sin necesitar una pareja de mayor tiempo y donde esté de por medio el amor romántico, entendido como aquel que se dirige hacia una sola persona a la cual se ve como única y a la que se dirige toda la energía, casi obsesión, en el ámbito erótico, emocional, cognitivo y de comportamiento”, dijo alguna vez la antropóloga en una entrevista El Universal.
Y, vuelve a decir: “Amamos porque, hace millones de años, los antepasados necesitaban este flujo cerebral, estos impulsos y sentimientos para dirigir su cortejo, apareamiento, reproducción y paternidad. El impulso del amor está profundamente incrustado en el cerebro humano. El amor es una necesidad fisiológica, un instinto animal y también el resultado de un flujo químico en el cerebro”.





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