En ocasiones puede ser bastante complicado para uno o ambos miembros
de la pareja aceptar que el amor y la pasión en su relación se han
terminado. De hecho, en un gran número de casos, lo que ocurre es que
los sentimientos positivos van apagándose gradualmente y la persona, o
la pareja, no llegan a ser conscientes de inmediato del desgaste y
paulatino deterioro de su amor.
No es siempre el miembro de la pareja que primero se percata de este
hecho quien toma la iniciativa para poner fin a la relación. A veces,
simplemente calla, aguanta y quizás desea que algo ajeno a la relación
influya positivamente en ésta y mejore. Tal vez la realidad es tan dura
que la tentación es evadirse y fingir que la situación de la pareja es
estupenda. Proceso que, en cualquier caso, suele producirse de forma
inconsciente.
En las relaciones de pareja existen diversos factores que influyen y
que pueden dificultar que las señales del deterioro sean suficientemente
claras. Pueden mezclarse con el deseo de que “nada cambie”. No
obstante, suele haber indicios inequívocos que muestran a la persona (o a
la pareja) que es tiempo de concluir la relación.
Con demasiada frecuencia, lo más sencillo es sucumbir a la inercia,
alargando la relación de manera artificial, más que admitir que es
probable que la relación lleve un tiempo moribunda.A veces es el apego
lo que puede confundir los sentimientos. Hay gente que lo confunde con
el amor. No obstante, el apego tiene más que ver con la fuerza del
hábito o la costumbre que con la emoción amorosa. Implica un cierto
grado de dependencia, que a veces contribuye a la creación de relaciones
de amor-odio.
No podemos olvidarnos del miedo. Es bastante común encontrar a
personas que por temor a nuevas situaciones prefieren mantener
relaciones que son dañinas, destructivas o, por lo menos, poco
edificantes y nada prometedoras. Se agarran a un clavo ardiendo a
ellas.Se olvidan de que por muy triste que parezca cerrar una puerta,
ello les ofrecerá la oportunidad de abrir otra nueva. Con la ruptura
surge la posibilidad de que, en un tiempo, otra relación pueda surgir,
y, quizás, ofrecer mayores garantías de satisfacción y
concordia. También hay quienes rehúsan terminar una relación de pareja
por miedo al “qué dirán”. Dan más importancia a la crítica social que a
su estado de insatisfacción e infelicidad.
En muchas ocasiones hemos sido testigos de lo que puede parecer una
ruptura bastante traumática. Alguno o ambos miembros de la pareja
sienten que no podrán vivir sin el otro, que el futuro no tiene
alicientes ya para ellos. Lo curioso es que, a veces, al poco tiempo ya
cuentan con una nueva pareja y pareciera que llevan con ésta toda la
vida. Por experiencia, sabemos que hay personas para quienes parece más
importante aferrarse más a la idea de contar con una relación de
pareja que a una persona en concreto. Es decir, lo que desean es tener
una pareja y les importa menos quién es ésta.
En cualquiera de los casos, al final, lo importante es tener
capacidad de autocrítica, ser honestos y valientes para realizar una
evaluación lo más objetiva posible del estado de nuestra relación y de
nuestros niveles de satisfacción. Llegados a un cierto punto, si nuestra
relación sentimental no es lo suficientemente positiva, han de tomarse
decisiones. Ya sean para mejorarla o para marcar el final de la misma.
Es verdad que hay parejas que se aferran a una relación tormentosa y
poco viable, pero también hay otras que dicen “hasta aquí” con demasiada
facilidad o muy pronto y eso tampoco es positivo. El secreto está en
saber encontrar el punto justo.
¿Te cuesta terminar una relación o no te lo piensas demasiado?
¿Sueles ser tú quién da por terminada tus relaciones de pareja? ¿Cuál es
tu experiencia al respecto?
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